Nacido en martes y trece tengo la superstición de no ser supersticioso, pero sí la creencia de que en la vida no todo es explicable y razonable; y que la mente da más vueltas que un trompo y se sube por las paredes lúdicas en menos que canta un gallo, por lo cual puede producirse la escritura onírica, automática, subconsciente o surrealista.
No sé si Darwin llegó a explicar la evolución de la escritura a través de la pluma, ya que el ganso parece ser el antecesor de la pluma de escribir, y no lo digo por boca de ganso, sino porque cuando de alguien se empezó a decir que tenía una pluma bien cortada, ésta, por dúctil y resistente, solía ser de ganso.
Muchas posibles páginas mías se han embarcado, y tal vez naveguen, en la nave de los sueños que preceden al sueño; ahora, otras, aunque sea en un borrador escrito a lápiz, una vez tecleadas, aquí se quedan como muestra dubitable, pero no esotérica, de mi oficio de escritor.
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